Enrique Amat, Valencia
Amanecimos con la noticia del repentino fallecimiento del ganadero manchego Daniel Ruiz el mismo viernes por la noche, cuando regresaba de Castellon de ver lidiar sus toros. Noticias como esta nos deben hacer ver lo relativo relativo de tantas y tantas cosas que a veces nos llevan a mal traer. Decía Rafael El Gallo que vivimos de las propinas de Dios. Y tanto.
Cada día es un regalo, una propina que no debemos de malgastar. Ser felices y tratar de hacer felices a los demás. Esa es la receta. Lo demás, los malos rollos, los enfados, los nervios, las insatisfacciones, las envidias. Todos eso es accesorio y prescindible. Por eso hay que dar valor a lo que de verdad importa. Descanse en paz Daniel, como también la maestra Nati. Desde su delantera de grada del cielo, velarán por nosotros.
Con todo, la vida sigue. Y continuó la feria, en el que era el séptimo festejo de abono.
Cuando hay un fondo de bravura, cambian mucho las cosas. Algo de eso sucedió. Y es que los toros de Jandilla correctos de presencia y variado juego, exhibieron todos ese punto de bravura necesario para el toro de lidia.
Hondo y con cuajo el castaño que abrió plaza, al que castigaron con saña en el caballo. Sangró una enormidad. Luego, muy resentido, se defendió y cortó los viajes. El casi melocotón segundo, recortadito y tal, echó las manos por delante en el capote. Se dejó pegar ante las plazas montadas. Luego le costó algo romper hacia delante. Fue y vino, se dejó, pero le faltó un tanto así de poder. Pero tuvo un fondo de bravura.
Se tapaba por la cara el castaño y terciadito tercero. Aunque muy escaso de poder, se fue con alegría al caballo. Luego siempre quiso, metió la cara con transmisión, humillando y obedeciendo, aunque exigiendo. Fino de cabos el cuarto, que se salió suelto del caballo. Apretó y tuvo tranco en banderillas. Acusó el castigo en varas y tendió a pararse.
También le pegaron fuerte al quinto, que exigió en banderillas e hizo hilo. Luego quiso tomar siempre las telas, aunque le costó, muy resentido por el castigo.ñ. Y entró rebrincado saliéndose suelto en varas el cierraplaza. Blando y apagado, le costó embestir y tendió defenderse, soltando la cara. Aun así, no paró de ir y venir.
El Juli no tuvo opciones ante el parado primero, al que le pegaron con saña en el caballo, con la propia aquiescencia del matador. En el pecado llevó la penitencia. Bueno, él no, los espectadores.
Y se esforzó en el cuarto, en una labor interminable, en la que hubo más probaturas que toreo. Muletazo por aquí, muletazo por allá, me pongo y me quito. Mató de un pinchazo y una estocada trasera
Manzanares supo cogerle el sitio y la distancia a su apagado primero. La labor, empacada y ligada, tan expresiva como suficiente. Mató de una estocada desprendida. Y firmó un trasteo de larguísimo metraje ante el quinto. Desigual en su contenido, intercalando algunos muletazos de buena factura con otros de escaso relieve. Y mató a la última.
Tomás Rufo se fue al platillo de la plaza a torear a su primero. Quizá no era ni el terreno del toro ni el adecuado por el viento. Pero aún así, le plantó cara y le ligó muletazos. Pecó de torear con la muleta muy retrasada y dar los toques siempre para fuera. Faena de muy largo metraje, tanto es así que le tocaron un aviso antes de entrar a matar. Lo peor para el coletudo, es que la mayor ovación durante la faena fue para la banda de música, tras la interpretación de La Concha flamenca. Mató de un bajonazo.
Saludó con una larga al sexto. Muy venido arriba, comenzó su trabajo con las dos rodillas en tierra. Un prólogo emotivo, que levantó pasiones en los tendidos. Luego su labor, extensa y voluntariosa, no tuvo remate con los aceros
Cronica de E. Amat
Fotografia de Mateo de Tauroimagenplus.com