Cuando fui a España por primera vez, había tres cosas que quería hacer. Acababa de graduarme del colegio de arte y estaba ansioso por ver Las Meninas de Velázquez en el Prado de Madrid. El siguiente en mi lista fue el palacio de la Alhambra en Granada mientras e tercer elemento fue asistir a una corrida de toros. “Solo una”, me dije, “por casualidad, a ver cómo es…” 

Finalmente, después de visitar el Prado y admirar no solo las obras maestras de Velázquez sino también la gran obra de Goya y las magníficas pinturas de El Greco (incluso tomé un tren a Toledo para visitar su casa del siglo XVII) llegó el día en que debía asistir a mi primera corrida. 

por Pieter Hildering

Como nunca antes había estado en una plaza de toros, llegué cuatro horas antes y después de comprar mi entrada con la ayuda de Muerte En La Tarde de Ernest Hemingway (“Pide una entrada donde ponen los capotes”), di una vuelta, compré ‘un programa oficial’), visité el museo, una gitana me leyó la mano, me senté al sol y esperé. Tan pronto como se abrieron las puertas, entré, me senté y dejé que el entorno se asimilara. En mi libro holandés Vanaf Het Zand, describo el ambiente de mi primera corrida este domingo por la tarde en Madrid: “Madrid, Las Ventas, 10 de julio de 1977. El calor del día todavía tiembla sobre el redondel, que está lejos de llenarse. La mayoría de los madrileños probablemente estén de vacaciones o fuera de la ciudad durante el fin de semana porque las gradas están llenas principalmente de turistas, reunidos en grupos, repartidos en las filas. Detrás de mí hay una bulliciosa familia estadounidense, y unas filas más arriba veo mujeres árabes. Sus velos blancos ondeando al viento. Sobre ellos hay toda una fila de palcos vacíos, algunos de los cuales están decorados con telas multicolores y banderas españolas. El tiempo pasa y poco a poco llega más gente. Cuando el reloj marca las seis y media, en algún lugar de las gradas suena un tono estridente de trompeta y un tambor suelta un largo redoble. Dos hombres con trajes negros y sombreros de plumas entran a caballo desde la puerta enfrente de mi y cruzan la plaza. Se quitan el sombrero en la barrera de abajo, saludan a algunos hombres sentados detrás de una bandera española e inclinan la cabeza. Alguien tira algo y uno de los jinetes lo atrapa en su sombrero. Cabalga hacia un lado de la arena y le entrega el objeto a alguien que ha salido de detrás de la barrera para recibirlo. Un vecino me dice que es la llave de los toros y el señor que la recibe es el torilero, encargado de soltar los toros. Los dos jinetes se reúnen y regresan a la puerta donde se ha alineado un grupo de toreros. La banda comienza a tocar, el público aplaude y la procesión se mueve. El espectáculo ha comenzado”. 

No recuerdo mucho de mi primera corrida pero en el cartel había seis toros de Eugenio Marín Marcos para los matadores Raúl Sánchez, Antonio Guerra y Justo Benítez, un torero de Utrillas de 27 años. Un año antes, Benítez había tomado su alternativa en Zaragoza y hoy había acudido a la plaza de toros más importante del mundo para confirmar su estatus. Aunque tuvo una carrera respetable, nunca más vio torear a Justo Benítez. Cuando luego se convirtió en uno de los empresarios del ruedo valenciano, le hablé de mi debut. Él sonrió. 

A Raúl Sánchez lo vi una vez más, en 1983 y de nuevo en Madrid, esta vez confirmando la alternativa de El Sacromonte, un torero modesto y granadino. Creo que Antonio Guerra al poco tiempo renunció al oro para volver a la plata. Aquel verano debo de haberme cogido el gusanillo, porque por todas partes que iba buscaba una plaza de toros. 

El primer cartel de mano que conservé fue el de La Gran Feria Taurina de 1977 en Málaga que empezó el 31 de julio y duró una semana. Llegué a la capital de la Costa del Sol varios días después de haber tenido mi bautismo taurino en Madrid. No podía creer mi suerte, la feria de La Malagueta estaba a punto de empezar. Había taquillas en cada esquina de la calle. ¡Podría ir a una corrida de toros todas las tardes! A partir de ahí utilicé estos carteles para anotar lo sucedido. Al principio estas notas eran muy breves, registrando únicamente los resultados de cada matador. Más tarde anoté tantos detalles que a veces era difícil descifrar lo que había sucedido. Pero, salvo uno o dos, todavía tengo todos los carteles de mano de todas las ferias, de todas las corridas que asistí. Es este archivo con el que armé este repaso de algunas de mis 900 tardes taurinas de Barcelona a Huelva y de Castellón a Málaga y Valencia con sus plazas en los pueblos vecinos. Cuando mis notas garabateadas me fallaron, consulté los archivos digitales del periódico ABC

100. Sábado 26 de julio de 1986, Valencia

Tres novillos de Los Guateles y tres de Jandilla para Fernando Lozano, Miguel Baez Litri y Rafael Camino. El año 1986 será recordado por la introducción de Litri-hijo y Camino junior. Miguel Baez Litri Espínola (Madrid, 1968) –por el bien de las generaciones más jóvenes le pusieron el apodo de Miky– era hijo y heredero de la dinastía Litri cuya implicación en el mundo taurino se remontaba a cuatro generaciones. Rafael Camino Sanz (Madrid 1969) se llamaba cariñosamente Rafi y también de fuerte casta taurina. Era hijo del ‘niño prodigio de Camas’ Paco Camino y sobrino de Joaquín Camino, un banderillero que murió en los cuernos del toro Curioso en el ruedo de Barcelona en 1973. El tercer novillero para mi 100ª cita taurina fue Fernando Lozano Perea (México DF, 1963). Fernando era hijo del ex-matador Pablo Lozano que formaba parte del poderoso imperio de Los Hermanos Lozano, criadores de toros, empresarios y propietarios de plazas de toros. Esta tarde los novillos de Los Guateles fueron excelentes y los tres novilleros actuaron magníficamente. Lozano cortó dos orejas y salió a hombros, al igual que Camino. Litri no tuvo suerte con la espada y salió a pie. Según el crítico taurino Vicente Zabala en ABC al día siguiente: “El público salió muy contento de la novillada. Los tres chavales, cada cual a su estilo, respondieron cumplidamente en la medida de sus posibilidades. Se entregaron con toda su alma. Hicieron lo mejor que sabían. Lógicamente tienen sus limitaciones; pero da gusto verles con tanta ilusión y deseos de llegar arriba.”

Al año siguiente, los jóvenes Litri y Camino (durante casi toda su carrera se presentaron como un ‘paquete’) tomaron una alternativa muy publicitaria en Nimes por la que ambos padres reaparecieron. Litri-hijo, un torero valiente que repitió gran parte del abrumador repertorio de su padre, se retiró en 1999 para ocuparse del negocio de la familia. Se cree que Camino (el más serio y ‘artístico’ de los dos) terminó su carrera taurina alrededor de 1997. Fernando Lozano dejó los ruedos hacia 1994 y pasó a formar parte del imperio Lozano. 

200. Martes 12 de marzo de 1991

Al inicio del paseíllo en la plaza de toros de Valencia, los novilleros Sánchez Mejías, Victoriano González y Manolo Carrión con sus cuadrillas esperaron tranquilamente para enfrentarse a los novillos santacolomeñas de Dionisio Rodríguez García. Esta es mi crónica de esa novillada tal como apareció hace tantos años en La Divisa, la revista del Club Taurino de London: “Solo recuerdo a Sánchez Mejías por desperdiciar un buen animal y la postura arrogante del joven haciéndolo. Su novillo perdió interés y se alejó tras algunos pases de derecha aislados e inconexos. El cuarto toro, que estaba demasiado débil para mantenerse en pie, fue picado excesivamente por el varilarguero y se tumbó en la arena ante la estocada final. El novillo de Victoriano González también mostró signos de debilidad tras ser picado pero se mantuvo en pie y demostró ser un torito noble al que se le debió haber dado distancia en la muleta en vez de ser toreado por un mini-Ojeda. El quinto novillo respondió a unos pases ‘útiles’ pero tanto hombre como bestia se dieron una vuelta por el ruedo antes de que la espada hiciera efecto. De Manolo Carrión recuerdo las ‘bromas’ de los ingleses y otro novillo involuntario. Recuerdo su espada entrando por la tercera costilla, saliendo por la cuarta y el novillero perdiendo los nervios. También recuerdo las puñaladas interminables hasta que el toro cedió cuando un golpe de suerte conectó y la trompeta había sonado un aviso. Sus paisanos le permitieron dar una vuelta por el ruedo. Sobre todo recuerdo a mi amigo, el novillero Andrés Blanco, asegurándose: “¡Fíjate en este chico Carrión!” Dije que lo haría, pero aún no estaba convencido. El albaceteño Victoriano González tomó su alternativa en 1999 en el ruedo de La Bonilla y se desvaneció. De Sánchez Mejías me enteré hace poco que era bisnieto de Ignacio, de García Lorca-fama. Debutó con picadores en Nimes en 1990. Nadie menos que Curro Romero le dio su alternativa en la Maestranza de Sevilla que Manolo Cortés confirmó en 1995 pero un año después una lesión en la rodilla le obligó a retirarse definitivamente. Aunque breve, y a pesar de lo que dije de él aquella tarde, la carrera taurina de Manuel Carrión fue bastante bien. Lo sacaron una vez por la puerta principal de Las Ventas y estuve presente en su alternativa en Marzo de 1994, lo cual me confirmó dos meses después. Carrión estudió derecho y fue durante varios años director de la Escuela Valenciana de Tauromaquia. Recientemente se convirtió en cónsul honorario de Filipinas. 

300. José Ortega Cano, Paco Ojeda y Espartáco componían la primera fila del paseillo el viernes 19 de agosto de 1994. Con seis toros de José Luis Osborne (aunque se cambiaría uno por un toro de Bohórquez) prometía ser una tarde interesante en La Malagueta. José Ortega Cano ya se había consagrado como un torero muy respetado que, habiendo iniciado su carrera como torero-banderillero, sabiamente dejó de colocar los palos a sus subalternos. Tenía una relación de amor-odio con este matador un poco esquivo que algunas tardes me aburría hasta la muerte pero otras me hacía sacar el pañuelo exigiendo todos los trofeos posibles. Asumió cualquier casta que se le pusiera delante, ya fuera Domecq o Victorino. Hoy sus toros de Osborne no cooperaron y el murciano salió de la plaza sin trofeos. En mi opinión Paco Ojeda llevaba años intentando hacerse un nombre pero hasta que el escritor taurino Filiberto Mira empezó a mencionarlo en sus crónicas, apenas llamó la atención de nadie. A mi nunca me gustó su muy personal, estilo. Hacía nueve años le vi en un mano a mano desparejado con Curro Romero.Curro estaba completamente abrumado por el toreo demasiado dominante de Ojeda. Entonces cortó un rabo. Hoy se fue de La Malagueta con las manos vacías.

El gran atractivo de la tarde fue Juan Antonio Ruiz Espartaco, un matador al que veía desde que debutó como novillero. Eran dos Espartacos. Espartaco el payaso con su sonrisa pegada, el deleite del público que ganaba más trofeos de rodillas que de pie. Pero a veces Espartaco podía ser un matador fabuloso con un impresionante repertorio de muletazos serios, bajando las manos y ligados. Esta tarde debe haber combinado todas estas características porque partiera a hombros con tres trofeos. El titular del periodico ABC decía: “Ayer Espartaco realizó una de las mejores faenas de su vida”. 

Pero al día siguiente, no era la corrida de la que todos hablaban, sino un incidente que había ocurrido en la noche. Sobre las 2:30 horas, tras un mano a mano con Jesulín de Ubrique (mi corrida #301), Manuel Díaz El Cordobés y unos amigos salieron de su habitación en la 7ª planta del hotel Málaga Palacio para cenar en un restaurante cercano. Al entrar al ascensor, fue sorprendido por seis aficionadas fanáticas que se apretujaban con él. El ascensor abarrotado luego se estrelló siete pisos abajo. Milagrosamente nadie resultó herido de gravedad salvo El Cordobés, que sufrió una rotura de ligamentos en la rodilla que le mantuvo alejado de los ruedos durante varios meses. 

400. Cinco años después, casi al día, el 18 de agosto de 1999, Paco Ojeda regresaba a la feria de Málaga para enfrentarse a un toro de Fermín Bohórquez. Tras una carrera a pie de 16 años, decidió seguir al gran Juan Belmonte y ahora toreaba a caballo. Pero Ojeda como rejoneador nunca abrumó tanto al público como lo hizo a pie. Detrás de él iban el malagueño Javier Conde y José Antonio Morante de la Puebla, un joven torero cuya aparición en el ruedo ya empezaba a llamar la atención. (Ambos fueron programados dos veces esta feria.) Se enfrentarían toros de Gabriel Rojas. La terna incluía originalmente al maestro José María Manzanares pero desgraciadamente se había fracturado la mano y no pudo presentarse. No hace mucho el novillero Conde había dejado una huella imborrable en todos, incluido yo. Su toreo supuso un soplo de aire fresco en una época en la que los cordobeses y los ubriqueños pasaban la mayor parte del tiempo sobre la arena de rodillas. A través de los años, Javier Conde se había convertido en un bailarín, un esteta, un farsante que reproducía carteles taurinos en el albero fuera del alcance del toro y la emoción de la gente se desvaneció. Hoy recibió el desprecio del público tras su primera y segunda actuación pero logró cortar una oreja de su último toro porque a veces su genialidad se filtraba por el baile y el posado.Morante de la Puebla, de 19 años, no era tan venerado entonces como lo es hoy. A pesar de que ya era un maestro con el capote, sus faenas eran demasiado frágiles y, a menudo, no lograban impactar a la multitud. Sobre todo, su espada dejaba mucho que desear en demasiadas ocasiones. Pero esa tarde de agosto cortó una oreja de su segundo toro y, aunque mis notas no lo mencionan, dio una vuelta al ruedo a pesar de recibir dos avisos por no matar su toro en el tiempo límite. Aunque en los años siguientes Morante casi perdió la fe en su toreo, alimentó su talento para sumarse a los grandes nombres de la historia del toreo.

En la próxima parte os llevaré a La Malagueta, la plaza de Malaga, volvemos a Valencia para presentaros al nieto de un famoso matador valenciano que, casi 30 años después de celebrar su alternativa, se convirtió en figura política. ¡Conoceréis a un torero que salió a hombros de la Puerta Grande de Valencia unas diez veces excepcionales! Desde los callejones de Requena y Málaga apoyaremos a once jóvenes con ganas de dar sus primeros pasos en el planeta de toros y deseamos que los tres matadores salgan victoriosos cuando se enfrenten a seis Miuras para reavivar sus careras.

CRONICA Y FOTOGRAFIAS ,DE PIETER HILDERING

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