Cuando Salvador Vega no pudo matar a su toro en Málaga durante la feria de agosto de 2012 y recibió los tres avisos, su carrera se vino abajo. No es que hubiera sido considerado un torero de primer nivel, pero la forma en que el público le respondía le había dado el suficiente ánimo para continuar. Aunque la modesta cantidad de contratos anuales no le afectó. Sin embargo, cuatro años después de aquella espantosa tarde en la que todo salió mal, Vega anunció su retirada de la plaza de toros. Entonces trató de abrirse camino en el mundo, por así decirlo, civil, incluso incluyendo su nombre en la lista de candidatos del Partido Popular PP en las elecciones locales de 2019. Un año después llegó la pandemia y el mundo se paralizó. Y cuando por fin parecía haber pasado lo peor, Málaga anunció una feria muy especial aunque muy corta en comparación con otras temporadas. 

La noticia de que los toros volvían a la capital de la Costa del Sol provocó un aleteo nervioso en el corazón de los aficionados, hambrientos de feria. Había que reservar vuelos, reservar habitaciones de hotel y, lo más importante de todo, hacer llamadas telefónicas y encargar entradas. Pronto quedó claro que esta edición de la feria malagueña iba a ser diferente. En lugar de una semana de eventos taurinos, esta feria consistiría en dos corridas de toros y una novillada. La plaza únicamente podría albergar el 50 por ciento de su capacidad habitual, y durante la corrida, las máscaras sanitarias iban a ser obligatorias y estarían estrictamente controladas. Las entradas no se podían reservar por teléfono ni por Internet, sino que debían recogerse y pagarse en la taquilla de la plaza de toros. Y los abonos no se pueden renovar. Pero, lo más sorprendente, fueron los nombres impresos en lis carteles. La primera tarde veríamos en el ruedo toros de Juan Pedro Domecq para tres coletudos sevillanos como Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado en una corrida anunciada como “Picassiana”. Al día siguiente nos ofrecían a Salvador Vega, Cayetano y Andrés Roca Rey con toros de Daniel Ruiz. Y esta mini feria terminaba con seis novilleros locales y novillos de Manuel Blazquez. Para alguien que no había visto el interior de una plaza de toros durante dos años, Málaga 2021 era una ocasión que no debía perderse. 

Llegué al aeropuerto Pablo Picasso de Málaga a última hora de la tarde y me registré en la recepción de mi hotel. Una vez desempacado el equipaje y ya cómodamente sentado en una mesa de la terraza, con una copa de manzanilla fría y un platito de boquerones, llamé por teléfono a mi amigo Juan José para planificar los siguientes días. Nos reunimos para desayunar a la mañana siguiente y me entregó mis entradas. Y tras un paseo y el almuerzo, camino a la plaza para presenciar el primer festejo. 

Juan Pedro Domecq llevó seis bonitos toros a Málaga para los tres toreros sevillanos. Como de costumbre, la plaza estaba decorada con paneles “taurográficos” del artista francés Lorén. Sin embargo, en lugar de una de las mejores bandas taurinas de España, la empresa pensó que era apropiado llevar a una pequeña orquesta sinfónica, una soprano estridente y un tenor a cuya voz le era difícil alcanzar las notas altas. Y así, en lugar de los adorados pasodobles taurinos “Concha Flamenca”, “España Cañi” o “Nerva”, sufrimos una selección de arias operísticas de la Carmen de Bizet. Arruinó completamente mi noche. Pero recuerdo el espantoso traje turquesa de Morante, sus verónicas rodilla en tierra, su enfoque muy personal del toreo y la oreja que cortó después de su segunda faena. Juan Ortega tuvo dos toros complicados. Fue aplaudido con pasión cuando mató al primer toro, pero no obtuvo la aprobación del público después de su segunda actuación. El quinto fue el mejor de los dos juanpedros de Pablo Aguado. Ello le permitió firmar excelentes pases de capa y algunos buenos derechazos y naturales durante su faena. La sonora ovación que le tributó el público no animó al presidente a mostrar su pañuelo blanco y concederle la oreja. El torero dio una vuelta al ruedo de honor. Después de la corrida lo pasamos muy bien en la cafetería Flor. 

Se sabía desde hacía días que una vieja lesión en las costillas iba a impedir que Cayetano actuara en Málaga. Su reemplazo fue otra sorpresa: Antonio Ferrera. Aunque ya pasó varias tardes gloriosas en plazas importantes y conocía bien la feria de agosto de Málaga, nadie esperaba verlo. Desde que dejó de banderillear, Ferrera había crecido como torero. A diferencia del “estilo ojeda” de tantos de sus contemporáneos, sus faenas se basaban en la distancia, le daba espacio al animal antes de trasladarse a su territorio. Su capote se tornó clásico, su conocimiento de los toros (desde Victorinos hasta Jandillas) sobresaliente y su manejo de la espada espectacular. Citaba al toro de lejos y luego se movía lentamente hacia el toro, mientras mantenía al animal fijo en su muleta. Cuando estaba lo suficientemente cerca y el toro embistía, clavaba la espada en la espalda del toro. Así lo hizo en Málaga y consiguió una oreja muy merecida pero su segundo toro le impidió repetir su éxito. Sin embargo, salió triunfante de la Malagueta. 

Después de que Saúl Jiménez Fortes se lesionara en Madrid a principios de este año, a Málaga no le quedaban toreros locales importantes. Con Conde semi-retirado y con la experimentada (y de hecho legendaria) torera Maripaz Vega, quien nunca fue aceptada en su ciudad natal, cuando Salvador Vega (sin parentesco con la torera) anunció que regresaría, causó una cierta sensación entre los aficionados. Y sucedió lo que nadie esperaba que sucediera. Salvador Vega estuvo magnífico. Sus verónicas clásicas, sus medias sensacionales. El toro pasó a su lado tan lentamente como si estuviera sujeto a la muleta, mientras que sus pases por bajo con la mano izquierda tardaron siglos en completarse. La faena de Vega me levantó de mi asiento varias veces. Y aunque resultó dos veces volteado, se levantó, se sacudió el polvo y continuó como si nada. El público pidió dos orejas, pero el presidente concedió una sola con la que el matador dio la vuelta a la plaza en una vuelta de honor victoriosa. Andrés Roca Rey destacó por su desgarrado estoicismo y características habituales y cortó una oreja. Su segundo toro dio un salto mortal en la arena, se estrelló contra su columna vertebral y no estaba en condiciones de continuar en el ruedo y dar juego. El joven peruano lo despachó después de una breve faena. Después lo volvimos a pasar de maravilla en la cafetería Flor. 

La mini feria llegó a su fin el 22 de agosto con la lidia de seis novillos de Manuel Blázquez, una joven ganadería con sangre de Núñez de Cuvillo para seis novilleros locales, cada uno de los cuales había participado alguna vez en el “Concurso Internacional de Escuelas Taurinas” anual de Málaga. Santana Claros, Curro Márquez, Juan Carlos Benítez, Pablo Paéz y Alvaro Passalacqua regresaron a casa con las manos vacías mientras que José Antonio Lavado se llevó la única oreja del festejo en su esportón.

Después lo pasamos muy bien una vez más en la cafetería Flor pero nos entristeció dejar Málaga después de una feria tan corta pero agradable. 

Y en esto consistió mi temporada taurina de 2021: dos corridas de toros y una novillada que podría haber sido una más si no hubiera tenido de suspender un viaje a Requena para asistir a la alternativa de José Ruiz Muñoz en octubre. Esperemos que el año que viene sea mejor. Para todo el mundo. 

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Manuel Ortiz Benítez — Manolo Ortiz — uno de los mejores toreros que Málaga conoció, murió el 27 de octubre. Nacido en julio de 1950, tomó su alternativa en la plaza de su ciudad natal a la edad de 20 años con un toro de Osborne y José Luis Román como su padrino. Otro malagueño legendario, Miguel Solér Gasolina (llamado así porque trabajaba en una gasolinera) sirvió de testigo. Al año siguiente Ortiz confirmó su alternativa en Madrid con toros del Conde de Ruiseñada. Sánchez Bejarano y Marcel Librero El Marcelino asistieron a la ceremonia pero con pocas oportunidades como matador Manolo Ortiz se convirtió en banderillero. Fue especialmente famoso por ser parte de la “Cuadrilla de Arte”, tres banderilleros extraordinarios (con Pepe Ortiz y Curro Álvarez) que sirvieron a varios matadores y se desempeñaron con éxito en casi todas las plazas de toros del país. Los vi en La Malagueta en 1981 al servicio de su compatriota malagueño Miguel Márquez que cortó cuatro orejas en una corrida de Benítez Cubero. Después de su jubilación, Manolo Ortiz jugó un papel importante en el establecimiento de la escuela taurina de Málaga. Su hijo es el ex matador de toros Ricardo Ortiz. Descanse en paz maestro.

Cronica Pieter Hildering