Domingo 16 de octubre de 2022. Plaza de toros de Alicante. Un cuarto de entrada en mañana soleada. Novillos de Antonio López Gibaja, bien presentados y de buen juego. Al cuarto, Zambullido, y al sexto, Vacilón, se les premió con la vuelta al ruedo. Bruno Martínez , de la escuela de Castellón, dos orejas. Bruno Gimeno, de la escuela de Valencia oreja tras aviso. Alejandro Troya, de la escuela de Alicante, dos orejas tras aviso. Ian Bermejo, de la Escuela de Castelló, oreja. Israel Guirao, de la escuela de Valencia, cogido al hacer un quite. Su novillo lo mató Alberto Donaire, Escuela de Valencia, saludos tras aviso. Javier Cuartero, de la escuela Alicante, dos orejas y rabo. Entre las cuadrillas se lució con su templada brega Luis Meseguer. Presidió Emilio García El Lince. Israel Guirao fue atendido de una contusión en la región cervical que le impidió continuar la lidia y de pronóstico reservado, pendiente de estudio radiológico.
Enrique Amat, Alicante
La clase práctica matinal celebrada en Alicante se prolongó más de tres horas y media. El alumno de la escuela de Valencia Israel Guirao fue cogido al hacer un quite al cuarto, y tuvo que ser trasladado a un hospital por la UVI móvil. Y hasta que no regresó esta, no pudo continuar el festejo. Total, media hora de retraso, más lo que se demoraron los chavales toreando y matando, más el sobrero que se lidió para todos los actuantes. La gente comenzó a abandonar los tendidos en vista de esta demora y al final acabaronde presenciar el espectáculo, como se decía otrora, la música…y acá.
Tras el percance del alumno de la escuela de Valencia, se decidió que torease otro alumno de este centro, y en este caso, el elegido fue Alberto Donaire, quien presenciaba el festejo desde el callejón.
Los novillos de Antonio López Gibaja, bien presentados para este tipo de festejos, dieron buen juego.
Terciadito y bizco el que abrió plaza, que embistió repitiendo con nobleza y dejando colocarse a su matador, aunque algo justo de fuerzas. Más hecho el segundo, que se fue de largo a los engaños. Tuvo tranco y calidad, pero le faltaron fuerzas. Más cuajado y apretado de carnes, aunque muy gacho, el tercero, que tuvo buen son, aunque le costó más y le faltó repetir. El cuarto, más escurrido, estuvo pésimamente lidiado. Aun asi, fue y vino, aunque falto de entrega. Pero obedeció y repitió incansable. Bien presentado el quinto, a que le faltaron las fuerzas. Y el castaño, listón y bociblanco sexto, Vacilón, marcado con el número 19, con cuajo y gacho de cuerna, dio un excelente juego. Tuvo fijeza, tranco y son. Repitió incansable las embestidas, tomó los engaños por abajo y con un viaje muy largo. Un excelente ejemplar.
Bruno Martínez , de la escuela de Castellón, se fue la puerta de chiqueros a recibir al primero. Lanceó con variedad y brindó su faena a Varea, director de la escuela de Castello. Fue una labor presidida por la ligazón e el intentar siempre hacer las cosas bien, aunque por momentos sin excesivo ajuste. Y abrochó su labor haciendo el salto de la rana. Mató de una estocada.
Bruno Gimeno, de la escuela de Valencia, lanceó con variedad y banderilleó con espectacularidad. Luego, su trasteo tuvo tanta templanza como pausa y compostura, entendiendo a la perfección a su oponente. Faltó acierto con los aceros, pero su actuación resultó más que cumplidora.
Alejandro Troya, de la escuela de Alicante, firmó un excelente quite en el segundo. Es un espada espigado que maneja el capote con especial enjundia. Muleteó exhibiendo un sello vertical, con apostura y buena expresión. Mató de una estocada entrando a matar sin muleta.
Ian Bermejo, de la Escuela de Castelló, también se fue la puerta de chiqueros al recibir a su antagonista. Exhibió unos andares un tanto sui generis. Recibió de honojos en el inicio de su faena al cuarto. Temperamental y comunicativo, se justificó.
Israel Guirao, de la escuela de Valencia, fue cogido al hacer un quite en el cuarto y tuvo que ser trasladado al hospital. En su lugar actuó Alberto Donaire. Vestido de calle, tuvo el gesto de brindar la muerte del novillo a su compañero herido, al que luego firmó una faena de torero puesto, templada, firme y en la que ayudó al novillo a romper hacia adelante. La espalda volvió a ser su cruz.
Javier Cuartero, de la escuela Alicante, lanceó con gusto a la verónica. Luego su trasteo tuvo enjundia, compás y buen gusto. Y a pesar de su bisoñez, pisó la plaza con firmeza y seguridad.
Al final del festejo, se lidió un novillo jabonero, mansote y desententido, regalo del propio ganadero, que fue lidiado por varios de los actuantes de las tres escuelas.
Cronica de E. Amat




