Miércoles, 16 de marzo de 2022. Plaza de toros de Valencia. Media entrada en tarde fría y nubosa. Novillos de El Pilar, bien aunque desigualmente presentados, escasos de raza pero muy manejables. Jordi Pérez El Niño de las Monjas (barquillo y oro), oreja tras aviso y oreja. Álvaro Alarcón (blanco y plata), oreja y vuelta tras petición y aviso. Manuel Perera (malva y oro), saludos tras aviso y oreja. Entre las cuadrillas destacaron Raul Blazquez y Andrés Revuelta. Este último tanto con los palos como en la lidia y por un oportunismo quite. Presidió Pedro Valero. Pesos de los novillos por orden de lidia: 476, 519 (502 segundo bis), 503, 484, 463 y 461 kilos.
Enrique Amat, Valencia
A pesar de las amenazas de lluvia y de lo desapacible del día, se pudo celebrar la novillada picada programada dentro del ciclo fallero. Esta tuvo lugar en una fecha en la que, tradicionalmente, se ofrecían corridas de toros del máximo interés y del máximo cartel. Como lo fue, tal día como hoy, la de alternativa de Enrique Ponce en el año 1990. O la de Manolo Carrión en 1993.
Los tiempos cambian, en todos los sentidos. Quién nos iba decir hace dos años todo lo que íbamos a vivir. Y lo que seguimos viviendo. Pero bueno, parece ser que una cierta normalidad ya ha vuelto a la vida cotidiana. No del todo, pero al menos los festejos taurinos y las ferias se están celebrando como antaño.
Hay que pasar página, y tratar de empezar de cero. O, parafraseando a Unamuno, con un:“Decíamos ayer”.
Como el caso de El Niño de las Monjas, quien ha tenido que esperar dos años para hacer el paseíllo y debutar en la plaza de toros de Valencia. Jordi Pérez, aventajado alumno de la escuela de tauromaquia de Valencia, no pudo estar acompañado por su banderillero de confianza David Esteve, quien convalece de una cornada sufrida en el campo.
El rubio torero muleteó entre las dos rayas a su primero, con templanza, buen orden y concierto, si bien le molestó mucho el aire. Labor porfiona, tesonera y siempre ilusionada que remató de una estocada desprendida.
Y saludó con tres faroles de rodillas al cuarto, al también muleteó con afanes, tesón, sentido de la comunicación y vibración. Enfibrado y dispuesto, se justificó y se abrió un crédito.
El encierro salmantino de El Pilar lució una presentación más que suficiente para este tipo de festejos. El castaño que abrió plaza, con su cuajo y su romana, exhibió buena condición. Apenas se le picó en varas, y llegó al tercio final con mucha nobleza, aunque apagado y escaso de poder. También castaño el segundo, con plaza y hechuras de toro. Se derrumbó en tres entradas al caballo y fue devuelto. Al sobrero, descarado de cuerna y muy alto, apenas le pegaron en varas. Fue y vino en el tercio final, algo rebrincado, sin clase ni celo.
El negro tercero, bonito y cómodo por delante, peleó de manera deficiente con las plazas montadas. Se salió suelto y llegó al tercio final yendo y viniendo como sus hermanos, sin emplearse, sin raza y sin humillar. Noblón, con bondad franciscana, pero sin fondo.
Tampoco peleó ante el caballo del cuarto, que al igual que sus hermanos fue y vino con nobleza. Escaso de raza y de fondo, con todo resultó muy manejable para el torero. El quinto, destartalado, cabezón y feo de hechuras, soltaba la cara, se salió suelto del caballo y apretó mucho en banderillas. Luego embistió sin descolgar, muy alto, y siempre con la cara por las nubes. Pero asimismo sirvió para el torero.
El sexto, que enseñaba las puntas, no hizo caso a su matador, que se fue la puerta de chiqueros a recibirle, y luego se lo llevó por delante al segundo lance. Discreto en varas, tuvo celo y transmisión, aunque no terminó de descolgar.
El novillero de Toledo Álvaro Alarcón ha destacado en diversos certámenes taurinos. Se trata de un espada con soltura, oficio y recursos.
Saludó al segundo con unos delantales codilleando de los que salió atropellado. Un farol de rodillas al sobrero prologó un trasteo que abrió con pases cambiados en el platillo. Su trabajo, despierto, sobrado de recursos y buscándole las vueltas a su oponente, tuvo más de soltura que de profundidad. Mató de una estocada de efectos contundentes.
Y puso de manifiesto de nuevo valor de fondo, oficio, desparpajo y sentido de la ligación y la colocación ante el quinto, en una labor de muy largo metraje, en la que anduvo por encima de su antagoniste y resolvió. Volvió a matar de un excelente volapié.
Manuel Perera fue el líder del escalafón novilleril de la pasada campaña y está anunciada próximamente su alternativa en Sevilla. Apoderado por Juan José Padilla, y habiendo superado frecuentes percances, el coletudo pacense no tuvo su tarde.
Lanceó con las dos rodillas en tierra a su primero. Tras brindarle al Soro, el prólogo de su faena fue con siete muletazos con las dos rodillas en tierra. Luego, fuera de la rayas, trasteo con voluntad y buena disposición. El trabajo, tropezado, escasamente limpio, poco compuesto y de tibio relieve, no remontó.
Intentó saludar a porta gayola al sexto, que no le hizo caso aunque luego se lo echó a los lomos al segundo lance, dándole una tremenda voltereta. Muy resentido, aún fue capaz de abrir genuflexo la faena. De todas maneras, aunque muy disminuido, no perdió su actitud. Pero a bruto y a cojones, siempre ganará el toro. Plausible, con todo, su disposición de novillero con ganas de ser, sincero e incluso candoroso. A pesar de que se despedía del escalafón, no dudó en dar la cara en todo momento. Pero dejó muchas dudas sobre su preparación para mayores empresas. Mató de una estocada con derrame.
Cronica de E. Amat
Fotografias de Mateo de Tauroimagenplus.com






