En el verano de 2005, alejada de la pomposidad que reina en la feria de San Isidro, Maripaz Vega Jiménez (El Palo, Málaga, 1974) finalmente pudo actuar en la plaza de toros de Las Ventas para confirmar su alternativa. El toro de la ceremonia provenía de la ganadería salmantina de Javier Pérez Tabernero y era (según el periódico ABC) una ‘enorme montaña de carne de 650 kilos, llena de malas intenciones’ llamada Cantinillo. Aunque fue la segunda vez en la historia de las corridas de toros que una torera confirmó su doctorado en Madrid, solo un puñado de espectadores (en su mayoría extranjeros, quienes en un recorrido en autobús por la capital, fueron llevados a una corrida de toros por curiosidad y sin ser conscientes de la histórica ocasión) ocupó los tendidos.
Maripaz había merecido esta oportunidad. Durante años, luchó para convencer a sus colegas masculinos de sus buenas intenciones, pero nadó contra la marea del conservadurismo taurino. En su ciudad natal, la mantuvieron fuera de la feria de agosto año tras año, y se vio obligada a acudir a las plazas de toros sudamericanas para cumplir su ambición. Aparte de esa ocasión en Las Ventas, nunca le pidieron que volviera a Madrid y todavía no la han invitado a actuar en la Maestranza de Sevilla.
Desde la primera vez que la vi – en una novillada sin picadores nocturna en la que la sacaron a hombros después de cortar tres orejas – admiraba su tenacidad y su dedicación frente a sus adversarios, tanto humanos como animales. La historia cuenta que, a esta niña única de una familia de siete hijos, le dieron una oportunidad de triunfar en una corrida de toros. ¡Solo una! Si fracasaba, debería abandonar sus sueños y volver a casa para encargarse de las tareas domésticas. Ella no falló y tomó la alternativa en 1997 en Cáceres. Fue la primera mujer en tomarla en una plaza de toros española. En esa ocasión especial, Cristina Sánchez, su madrina, le dijo que estaba empezando una carrera complicada, pero que dada la belleza de la profesión, valdría la pena el esfuerzo y no debería darse por vencida.
En septiembre de 2017, la matadora celebró el vigésimo aniversario de su alternativa. Todos esperábamos que el coso malagueño le diera el crédito que se merecía y le ofreciera una corrida en su feria de agosto. Lamentablemente, no fue así. En cambio, toreó un novillo en un festival taurino en la placita pintoresca, pero menos prominente, de Mijas.
Maripaz salió a hombros.
En seis meses celebrará su jubileo de plata. 25 años en que nunca se desvió de su sueño. Esperamos que este año la feria de agosto de Málaga sí reconozca este monumento taurino. Una torera que ha enorgullecido a su género pero que nunca encontró el reconocimiento en el planeta taurino tan masculino.
Cronica de Pieter Hildering
Fotografia de Pieter Hildering
