Francisco Gázquez Curro Valencia mató su último toro el domingo 26 de julio de 1987 en la plaza de toros de Valencia. Actuó en su segunda corrida en la que compartió cartel con Luciano Núñez y Juan Carlos Vera. Mató bien y el público le invitó a dar una vuelta al ruedo. Tenía casi 40 años de edad. Después de tantos años matando becerros y novillos y –hace cinco años– después de un viaje de a pie más épico en la historia de la tauromaquia cuando en 25 de Abril de 1982 tomó la alternativa en Las Ventas de Madrid, la catedral del toreo, la plaza más importante del mundo taurino en presencia de Manolo Sales y José Hernández El Melenas. Pero esta tarde en Julio 1987, Curro no se despidió del mundo de los toros, solo se bajó un escalón. Decidió pasar a las filas de los subalternos. 

Así llegó el día 27 de Julio 1996, un día que jamás debió haber ocurrido. Debería haber sido considerado un mal presagio cuando, por la mañana, los veterinarios rechazaban todas las reses. En ese momento deberían haber suspendido el espectáculo, pero, hasta bien pasado el mediodía, llegaron camiones cargados de toros de lidia para presentar su carga y – por fin – pudieron sortear seis animales. Más tarde se conoció la devastadora noticia de que los tres matadores –se dice que no estaban contentos con los cambios–  habían presentado su renuncia a torear. Para evitar un fracaso, y un posible fiasco financiero para el empresario, se encontraron tres modestos muchachos locales para ocupar sus puestos…

Unos quince minutos antes de la hora del inicio, llego a la plaza. En las taquillas hay una gran multitud que quiere que se le devuelva su dinero. Decido entrar en el coso para esperar lo que acontezca. Una señal anuncia el paseíllo y un destartalado grupo de trece toreros cruza el albero. Cuando llegan bajo el palco presidencial, se paran, se quitan sus monteras y respetuosamente inclinan sus cabezas. Desde los tendidos una voz grita: “¿Y ahora qué?”

La respuesta resuena: “¡Ha muerto el viejo Miura!”

Los tres primeros toros no dejan una buena impresión. El cuarto se llama Ramillete. Curro Valencia colocará las primeras banderillas, pero se resbala y los garapullos acaban a los flancos de la bestia. Curro tropieza y cae. El toro baja su cabeza. Un cuerno encuentra a su presa. Dos veces embiste en el pecho del hombre. Toreros corren al ruedo para desviar al toro con sus capotes pero él no quiere alejarse del banderillero caído. Ahora mete su pitón en el muslo de él, lanzándole por los aires antes de tirarlo de nuevo a tierra. Finalmente logran quitar a la furiosa bestia de su presa y recogen al herido para llevarlo fuera del redondel. Pero nadie puede salvarle. Curro Valencia muere antes de llegar al quirófano del doctor Aragón y su formidable equipo. 

Cuando los altavoces anuncian la muerte del torero se suspende el festejo. En los tendidos, la gente se queda estupefacta y llora abiertamente cuando se levanta de sus localidades para salir de la plaza. Bajo la luz de la luna, sus amigos llevan el ataúd por la arena hasta la capilla. Toda la noche, cientos de personas desfilan en silencio por el torero muerto para rezar por él o presentar sus respetos. El dia siguiente sus compañeros le llevan en su última vuelta al ruedo antes de que un coche negro lo lleva a su pueblo natal. “¡Olé Torero!” grita la gente. “¡Viva Curro!” “Viva Curro Valencia !!” suena desde las gradas. 

El 27 de julio de 1996 fue un día que jamás debió haber ocurrido.

Esta semana se cumple el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Francisco Gázquez Curro Valencia. Pero la afición valenciana no olvidará a su valiente paisano. Su monumento se encuentra dentro de la plaza de toros, en la pared cerca a las taquillas. Sus amigos y compañeros, unidos en ‘La Asociación Amigos de Manolo Montoliú y Curro Valencia’ y presidida por el simpático Agustín Fernández, asegurarán de que su memoria no se desvanezca. Cada 27 de Julio en una pequeña, pero impresionante ceremonia se levanta una corona de flores en una placa con palabras que conmemoran su muerte en esta plaza de toros. Es una forma respetuosa de recordar al buen torero que fue Curro Valencia, un valiente que siempre formará parte de la ya riquísima historia de la tauromaquia valenciana.

Cronica de Pieter Hildering

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