Jueves, 17 de marzo de 2022. Plaza de toros de Valencia. Dos tercios de entrada en tarde lluviosa. Toros de Juan Pedro Domecq, con cuajo, lustre y romana, bajísimos de raza y desfondados. Solo el sexto se salvó de la quema. Morante de la Puebla (celeste y oro), silencio y saludos tras dos avisos. Juan Ortega (verde hoja y oro), silencio y silencio. Pablo Aguado (grana y oro), silencio y oreja. Entre las cuadrillas Destacó Iván García. Presidió Luis Maicas. Pesos de los toros por orden de lidia; 546, 520, 577, 573, 588, 594 kilos.
Enrique Amat, Valencia
Lo cierto es que una especie de gafe parece haber caído sobre las Fallas y la tauromaquia en Valencia. Dos años sin toros, y cuando por fin se recupera la normalidad, llega la borrasca. Pero bueno, con estos mulos tenemos que arar.
Pero ya es mala suerte. Por los toros, y sobre todo por los falleros, las comisiones de fiestas, y todo lo que gira alrededor del mundo fallero. La borrasca se hizo presente a partir de la noche anterior en Valencia. Descargó toda el agua y más, lo que se llevó por delante tanto la entrega de premios a las fallas como la mascletá de las dos de la tarde. Luego el tiempo pareció dar una tregua, y se pudo celebrar la corrida de toros anunciada.
Se había protegido en el ruedo con lonas, lo que fue una solución que se reveló eficaz. Y a pesar de las inclemencias meteorológicas, se tiró para adelante con el festejo. Un festejo que no saltó por los aires. Y eso que todo parecía indicar que entre las cuadrillas y la empresa estaban haciendo tiempo para suspender. O al menos no lo tenían claro. Entre el aire, la lluvia, y la borrasca en taquillas, se tiraron veinticinco minutos en el tira y afloja. La gente se impacientó y les pitó. Pero los aficionados son tan santos, que luego hicieron salir al tercio a saludar a las cuadrillas tras el paseíllo.
Ayer se anunciaba un cartel de corte absolutamente artista, y con el aditamento de los toros de Juan Pedro Domecq. Los astados del ganadero jerezano tuvieron plaza, cuajo y trapío. Luego su comportamiento fue una absoluta decepción. Un conjunto de astados desfondados, desrazados, mansos, sin casta. Todo un ejemplo de lo que no debe ser el toro de lidia.
Con romana y cuajó el que abrió plaza con muchos pitones, que salió distraído de chiqueros y peleó en varas de manera deficiente. Soso, descastado, y sin raza, no sirvió. El segundo, más terciado, tampoco se empleó en el caballo. Blando, descastado, aborregado y amoruchado, fue la antítesis del toro de lidia.
Por lo menos metió los riñones en el caballo el cuajado tercero, que cantó la gallina desde el inicio de la faena de muleta, huyendo y refugiándose al abrigo de tablas. Exasperante en su mansedumbre, dio una abominable imagen. Abanto de salida y sin dejar de huir el cuarto, que se quedó corto en el capote. Se quiso quitar el palo y se salió suelto de sus encuentros con las plazas montadas, rehuyendo la pelea. Apagado, con la cara metida entre las manos, fue otro mulo de carreta aunque medio se dejó.
El grandón quinto, un zambombo sin cara, también salió distraído, no se empleó ante los petos, y por ahí anduvo, sin celo, sin bravura, sin raza y sin querer embestir. Y casi 600 kilos tenía el cierraplaza, al que le pegaron fuerte en el caballo y que luego llegó al tercio final repitiendo las embestidas, metiendo la cara y queriendo seguir siempre los vuelos de la muleta. Fue el garbanzo “blanco” del encierro.
Morante de la Puebla se limitó a probar con el capote al que abrió plaza con cara de asco y sin mucho convencimiento, aunque aun así le dió una excelente media verónica. Y luego le trasteo sin apreturas, en una faena de probaturas, en las que en algún momento incluso se estiró.
Lanceó con verónicas de sabor añejo al cuarto, rematadas con dos medias verónicas de cartel. Y se puso destajista con la muleta, en una labor deslabazada, en la que se recorrió todos los terrenos de la plaza, dando muletazos muchos de ellos tropezados y prolongando sin sentido un trasteo vacuo y sin fondo.
Juan Ortega lanceó con cadencia, ritmo, templanza y compás al segundo. Luego no tuvo opciones ante el descastado y muy rajado comportamiento de su antagonista.
Y por ahí anduvo, a disgusto, a la defensiva, sin emplearse y sin confiarse ante las nulas condiciones del quinto. Labor displicente y sin querer meterse en harina. No quisieron ni el toro ni el torero. Y para estrambote, lo mató de una infamante puñalada. Para olvidar.
Pablo Aguado lanceó largando muchísima tela manejando un capote de enormes dimensiones a su primero. Luego lo intentó entre las rayas sin poder conseguir que aquello tomase vuelo, A pesar de todo, aun así consiguió firmar dos redondos de excelente corte.
Y se hizo el ánimo frente al sexto, que brindó al público. Muy acompasado, muleteó con la mano derecha en redondo con soltura, empaque, cadencia y son. Algo ligero y superficial, eso sí, pero trabajo de sentida torería, plástico, estético y expresivo, que constituyó un oasis en la mediocridad de la tarde. Mató de una estocada corta y desprendida.
Cronica de E. Amat
Fotografias de Mateo de Tauroimagenplus








