Viernes, 11 de agosto de 2023. Plaza de toros de Villamalea. Más de media entrada en tarde de sofocante calor. Astados de Hermanos Serrano,  de no más que correcta, presentación y escasos de fondo. Rubén Cortés   (grosella y plata), de la escuela taurina de Albacete, saludos tras aviso. Bruno Gimeno, (malva y oro), de la escuela taurina de Valencia, saludos tras dos avisos. Alejandro González, (nazareno y azabache) de la escuela taurina de Albacete, oreja  tras aviso. Juan Zamora, (rosa y plata ) de la escuela taurina de Albacete, dos orejas. Entre las cuadrillas sobresalió con los palos Victor Sanchis de la Concepción. Lidió con templanza Javier Perea y Francisco Javier García estuvo oportuno en quites.

Enrique Amat, Villamalea

La plaza de toros manchega de Villamalea fue escenario de una novillada, sin picadores, con participación de los alumnos de las escuelas taurinas de Albacete y de Valencia. Un festejo atractivo, y que en pleno mes de agosto supone una bocanada de aire fresco. Lo dicho. Presenciar festejos en plazas de las pequeñas localidades, en sus fiestas patronales. Llenas de sabor, ambiente, y tradición, es todo un lujo.

Aunque había que tener afición, «la picara afición» que decía el dibujante Martínez de León, para echarse a la carretera en medio de un calor africano. Una tarde de fuego abrasador. El sol inclemente, atizando con fuerza. Y aposentar el trasero en la piedra. Mucha afición. Y mucho mérito.

 El que fuera novillero de Requena Carlos Ortega, quién cumplió su sueño de torear y luego ha triunfado como profesional en otros menesteres, no quiso perderse el festejo. Como tampoco lo hizo Julio Aguado, directivo del Casino  de Agricultura de Valencia. Qué valor, y que afición.

Los que fueron, tuvieron su recompensa. Porque presenciaron un espectáculo que estuvo perfectamente organizado, con dos alguacilillos vestidos reglamentariamente,  como en la época de Felipe IV. La banda de música, amplía y con impecable interpretación de los pasodobles. El arrastre. Y todo ello, en una plaza espaciosa y cómoda. 

Los astados de Hermanos Serrano, desiguales de presencia, escurridos, se mostraron  desrazados, sin entrega y amoruchados. Nunca descolgaron. 

Terciado, con hechuras de vaca y escaso de todo el que abrió plaza. Manso, distraído y sin fuerza, no sirvió. Un poco más de presencia tuvo el segundo, que al menos exhibió un mayor poderío. Se vino a los toques y siempre quiso, aunque no siempre pudo. Mejor hecho el tercero, un ejemplar que, sin estar sobrado ni de clase ni de raza, al menos fue y vino y se desplazó. Eso sí, algo desentendido, luego aplomado y que acabó además desarrollando sentido y poniéndose incierto. Y el cierra plaza, mejor hecho, más atemperado, y con buen fondo, si bien también se distrajo en demasía. Y como todos sus hermanos, sin humillar, y sacando la cara siempre por encima del estaquillador.

Rubén Cortés, de la escuela taurina de Albacete, a pesar de que tuvo pocas opciones ante un muy deficiente oponente, apuntó las virtudes de la ortodoxia, el buen concepto y el querer siempre hacer las cosas bien. Eso si, no terminó de enfadarse, le faltó actitud y se eternizó con las armas toricidas.

Bruno Gimeno,  de la escuela taurina de Valencia, es torero espectacular y bullidor,  omnipresente en los tres tercios y con gran comunicación con los tendidos.

Se fue a porta gayola a recibir a su antagonista. Banderilleó con espectacularidad y acierto, encontrando toro en todos los terrenos. En el tercio final entendió a su novillo, frente al que utilizó la receta del conocimiento, el temple, la colocación y la ligazón, llevándole siempre a media altura. Lo supo entender y mostró que progresa adecuadamente. Eso sí, se ofuscó con la espada emborronando su actuación.

Alejandro González, de la escuela taurina de Albacete, e hijo del banderillero Gonzalo Gonzalez, mostró los adelantos que está experimentando en la profesión. Muleteó muy asentado, con sentido del temple en una muy interesante primera parte de su faena.

Juan Zamora, de la escuela taurina de Albacete, a pesar de que se le vio todavía muy nuevo, plantó cara con arrestos, voluntad y decisión. Corrió bien la mano y no le faltó cierta expresión. Como tampoco asentamiento de plantas y firmeza en la cara del novillo. Mató de una media perpendicular que bastó. Sorprendió muy agradablemente y se abrió un crédito.

Cronica de Enrique Amat

Fotografia de Mercedes Rodriguez y Litugo