Ayer falleció el poeta valenciano Francisco Brines. Un día después de recibir la visita de los Reyes en su casa de Oliva para que le fuera entregado el premio Cervantes, el pasado jueves tuvo que ser ingresado en el hospital Francisco de Borja de Gandía para ser intervenido de una hernia. Una complicación en el posoperatorio provocó ayer el fatal desenlace.

Los Reyes de España se desplazaron a Oliva el pasado miércoles, día 12 de mayo, para hacer entrega a Francisco Brines del Premio Cervantes en su casa de L’Elca. Debido a su delicado estado de salud, Francisco Brines, de 89 años, no pudo recibir el galardón el pasado 23 de abril en la tradicional ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.

Nacido en la localidad valenciana de Oliva en 1932, estudió Derecho en las universidades de Deusto, Valencia y Salamanca y cursó estudios de Filosofía y Letras en Madrid. Está considerado uno de los poetas actuales de más hondo acento elegíaco. Pertenece a la segunda generación de la posguerra y junto a Claudio Rodríguez y José Ángel Valente, se le puede encuadrar en el grupo conocido como Generación del 50.

Fue profesor de español en la Universidad de Oxford, y en 1988 adaptó el texto de El alcalde de Zalamea, versión que fue estrenada en noviembre del mismo año por la Compañía de Teatro Clásico que dirigió José Luis Alonso.

En el año 2001 fue nombrado miembro de la Real Academia Española de la Lengua. Ocupó el sillón X, vacante tras el fallecimiento de Buero Vallejo. Destacan entre sus obras Las brasasPalabras a la oscuridadEl otoño de las rosas La última costa.

Entre los premios que ha recibido se cuentan el Adonais de poesía en 1959, el Nacional de la Crítica en 1967, el de las Letras Valencianas en 1967, el Nacional de Literatura en 1987, el Fastenrath en 1998, el Nacional de las Letras Españolas en 1999, el Reina Sofía de Poesía 2010, así como el Nacional de Poesía, por El otoño de las rosas y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, por el conjunto de su obra poética, que recibió en 2010.

Gran aficionado a la fiesta de los toros y espectador asiduo de los festejos que tienen lugar en la plaza de toros de Valencia, lo cierto es que escribió poco de toros. En cambio, ha hecho lúcidos análisis sobre la tauromaquia.

Así, en una entrevista publicada en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, aseguraba: Es verdad que hubiera tenido deseos de escribir unos versos después de ver una gran faena, por ejemplo en el caso de Ordóñez. Pero nunca lo he hecho. Sólo tengo un poema de cierta inspiración taurina, Relato superviviente, incluido en el libro Palabras a la oscuridad. Está escrito cuando salgo asqueado de la plaza, durante la feria de julio en Valencia, espués de haber visto una corrida de Manuel Benítez el Cordobés. Para entender mis emociones de aquel momento, hay que tener presente que el aficionado a los toros, cuando está rodeado de público ignorante, sufre mucho, porque muchas veces se premia lo que es malo y no se aprecia lo que es bueno. 

Como hay tal entusiasmo general de la multitud, se siente tristeza, rechazo y soledad, porque la emoción estética es siempre desinteresada y queremos que los demás la compartan.Y aquel día me entristeció el gusto tan depravado y la tergiversación de valores que yo advertí en la plaza. Esa es la razón por la que, cuando regresé a casa, escribí los tres versos con los cuales comienza

Relato superviviente:

Después del espectáculo brillante, del entusiasmo,

de la apretada multitud

poseído de una creciente repugnancia…”

En prosa, Brines publicó ensayos que vieron la luz en Quites entre sol y sombra, una revista editada por la Diputación de Valencia por un equipo que comandaba Tomás March y que surgió en los años ochenta, fruto de un loable intento de divulgar la cultura taurina. En Quites los escritores abordaban el arte de torear desde una perspectiva literaria o de pensamiento, con opiniones tanto a favor como en contra del toreo. Esta publicación tenía un interés añadido, pues las ilustraciones se adecuaban al mundo plástico del siglo XX y no repetían los clichés de la pintura de toros. Entre los artistas que allí colaboraron figura, por ejemplo, el pintor y dibujante Ramón Gaya.

En la imagen: Enrique Amat, José Miguel Arroyo Joselito, Javier Villán y Paco Brines en el Café Malvarrosa de Valencia. Julio de 1994.

Cronica de Enrique Amat